Después de haberle hecho infinidad de fotos a mis hijos, he de decir que no existen fotos buenas o malas cuando se trata de ellos, y supongo que esto le pasará a todo el mundo. Simplemente hay alma, hay recuerdos y hay tiempo vivido. Y eso es lo que importa cuando hago fotos de lo cotidiano, del día a día (sobre todo en esta cuarentena).
Podría hacer titulado estas fotos como "una mañana de aburrimiento máximo", porque fue como surgieron estas fotografías. Pero es increíble cómo de un ratillo desesperante de muchos que hemos vivido, mi hijo pudo regalarme estos retratos tan auténticos. Y digo auténticos porque sin planearlo y sin tener el mejor ambiente preparado, surgieron estas fotos que describen una personalidad y una mañana cualquiera. Así es él, así se estaba comportando y así cogimos la cortina del salón tan fea para convertir todo eso en una mirada profunda, una sonrisa o simplemente un recuerdo de un momento que vivíamos y que nunca olvidaremos.
¡Ánimo a todos que ya va quedando menos!
